Yo siempre me creí, o me autoatribuí pendejamente el título de cosa rara en la familia. Cosa que a mis 11 años ejercitaba plenamente mediante la mala cara selectiva en las fotos de familia, en esas donde salía con una decena de primos y familiares todos bellamente sonrientes, menos yo. En retrospectiva todos los de las fotos, todos mis primos, tienen más cosas en común conmigo que la mayoría de mis congéneres, e incluso que la mayoría de mis amigos. Reconocer esos puntos comunes después de haberlos negado sistemáticamente en mi conducta (pre)adolescente me produce cierto pudor. Sin embargo, creo yo, tarde o temprano uno se ve obligado a hacer las paces con la verdad implacable del árbol genético (y memético).
En una escala mayor ese pudor se manifiesta a "los humanos" al estudiar a nuestros primos: los homínidos. En algún punto del video con el que comienza esta entrada, Sue Savage-Rumbaug, conjetura, y muy probablemente está en lo cierto, que los bonobos no hacen parte del zoológico promedio porque su comportamiento sexual es tan parecido al humano que observarlo tras las rejas no haría sentir incómodos. Esa misma incomodidad creo yo, es el manifiesto de una conexión que está más allá de la simple apariencia, y que puede manifestarse también en forma de empatía. Tal como sucede con los primos de verdad verdad.
En Vancouver conocí a una bióloga que había trabajado con primates (más específicamente capuchinos en Surinam), y entre cerveza y cerveza le dije que me daba envidia y que quizá yo nunca me cambiaría de primates a peces, como lo hizo ella. Mis razones por supuesto muy predecibles: me interesa el comportamiento humano, bla bla bla. Entonces ella me explicó que había tenido que dejar de estudiar primates después de ver a Kele (macho alfa de nombre ficticio) ser desafiado por una coalición de aspirantes a macho alfa, que lo asesinaron brutalmente y con mucha sangre frente a sus ojos de científica, pero también frente a sus ojos de homo sapiens. Claro, hay que tener en cuenta que esto pasa después de unos cuantos meses encariñándose sin querer con Kele, contándole sus polvos, que cuantas veces se rascó, que como se comporta con fulanita; en resumidas cuentas, conociéndolo. Entonces mi amiga decidió hacer su doctorado en otra cosa menos traumática. Creo que la entiendo, y creo que no es tan difícil ver morir peces, seguramente porque es más difícil encariñarse con ellos.
Chimpancés en duelo.
La cuestión de la empatía con los primates, de sentirnos tan cercanos, y en particular el ejercicio de reconocernos en ellos puede despertar nuestras más obscuras pasiones, y hacernos cuestionar lo que somos de una forma particularmente fría y dura. A finales del año pasado hubo un debate sobre Ardi, el esqueleto del primate más primitivo del que se tenga noticia. Estudiando la fisionomía de Ardi, algunos se empezaron a preguntar si Ardi era bueno, o malo. Qué nos pueden decir sus dientes sobre su carácter, y cosas de ese estilo. Estas discusiones no son nuevas, cuenta Frans de Waal en este artículo, que en los 70's cuando empezaron a estudiar a los chimpancés, y se dieron cuenta de que eran mala-leche y arreglaban sus problemas a los golpes, se les adoptó a éstos como la principal figura ancestral de lo que somos, y se alcanzó a decir que la violencia estába en nuetros genes, etcétera. Entonces vinieron los Bonobos, que haga de cuenta una comuna de hippies: pacíficos y sexualmente liberados. ¿En qué extrémo, si se quiere, "político", estaría el ancestro de los tres - Bonobos, Chimpancés y Humanos?
En otras palabras, ¿es nuestra naturaleza ser buenos o ser malos? Pregunta difícil, pero yo creo que somos las dos cosas. Sin embargo, si pudiera escoger, mi corazón estaría con los Bonobos, con la comuna de hippies emancipados. Por eso empecé esta entrada con el video de Sue Savage-Rumbaug, que ya he visto como 10 veces. Que vivan los Bonobos, la especie más feliz del planeta...
Este es un slide que usé hace unos días en una presentación (para sociólogos)...
Más...
Bonobos y cultura (en Inglés).
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