Disciplina

A y M son dos muchachos muy aplicados, que viven en el sur de Bogotá y estudian conmigo en la Universidad Nacional. Con A nos reunimos a hacer todos los ejercicios de la Tipler en inglés que sólo se consigue en la Luis Ángel. La idea es meterle el diente a los ejercicios más difíciles y pasar todo el domingo en la biblioteca. Trabajamos de forma estructurada. Escogemos los ejercicios de común acuerdo y nos damos un tiempo razonable para resolverlos por separado. Después comparamos respuestas y seguimos los argumentos juntos. A no se aprende nada de memoria, cuando tiene que averiguar el resultado de cualquier función trigonométrica empieza por dibujar un círculo unitario en cámara lenta. Yo me trato de meter en el mismo rollo, pero a veces me falta paciencia.  Los ejercicios que nos quedan grandes los anotamos para llevárselos al profesor en su horario de oficina. El profesor es excelente, pero nunca supe qué pensar de su prendedor en forma de pescado de esos que dicen Jesús. Los domingos la biblioteca está abierta de 8 de la mañana a 4 de la tarde. Para no perder tiempo, y que nadie nos quite el libro, llegamos bien desayunados y postergamos el almuerzo hasta el final. Siempre agarramos algo en la séptima antes de que cada cual se vaya para la casa. La comida siempre se siente como una recompensa; esa es la idea.

A veces me gustaría volver a tener la misma constancia y sentido del martirio al estudiar. Es bonito cuando la ciencia adquiere cierto sentido monástico, aunque en retrospectiva, y de esto estoy muy seguro, éramos detestables. M tenía el mismo método de A, pero prefería estudiar solo. A veces comparábamos respuestas al salir de los parciales. Aunque nunca se nos unió un domingo en la biblioteca, A y yo sabíamos que M era uno de los nuestros. M se perdió por mucho tiempo, y la última vez que lo vi vestía de monje, con una  bata azul inmensa, unas sandalias de color café y una barba larga pero incipiente que hacía juego perfecto con su nueva indumentaria. No sé que será de él. Nunca tuve el valor de hablarle por más de cinco minutos después de su transformación.

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