Quim

En mis primeros años de estudiante todo el grupo de provincianos, del cual yo hacía parte orgullosamente, vivía en pieza. Las piezas se rentaban generalmente en el barrio el recuerdo, a unos cuantos metros de la entrada de la 26 de la Universidad. Buscando pieza, a veces tenía uno suerte y daba con un buen lugar donde se quedaba unos cuántos semestres, otras veces eran cosas evidentemente temporales. La mayoría de los estudiantes provincianos de ese entonces, vivían entre el recuerdo y la soledad. En estas casas se conocía gente de todos los rincones de la maltrecha geografía colombiana. Un subconjunto particularmente interesante de todo este zoológico era el de los dueños de casa.

La primera vez que renté un cuarto, la dueña del apartamento era una "adulta joven" que apenas empezaba a vivir sola y rentaba un cuarto diminuto para ayudarse. Recuerdo que sus largas faldas y estilo más bien hippie impresionaron a mi mamá provinciana, acostumbrada a las faldas cortas y el estilo más bien ligero en ropas de tierra caliente. A pesar de que nunca se me pasó por la cabeza ningún pensamiento de tipo sexual con la hippie, de esa pieza tuve que irme un año más tarde porque su novio, según decía ella, pintor residente en parís, se enteró "que vivía con un muchacho", etcétera. El resto de mis años de estudiante viví en una casa muy grande justo en la frontera del recuerdo y quintaparedes. La dueña de casa era una de las hijas menores de una numerosa familia aristocrática venida a menos. Su misión era cuidar de su madre con muchos años ya, y administrar los 3 cuartos que rentaba en una casa inmensa, donde cuenta ella, todos los hermanos tuvieron que esconderse en Abril del 48, porque afuera andaban capando godos.

Quim era el dueño de la casa donde vivía mi amigo R. Era una casa de esas grandes y semiabandonadas. Una de las misiones de Quim era reconstruirla, y hacer carpintería para amoblarla y rentar sus cuartos. Quim andaba siempre en la mala, y después nos enteramos que la casa no era suya, sino de un antiguo jefe que quizá lo quería mucho, y que se la cedió para darle un norte, para que eventualmente saliera de la mala con un negocio próspero de rentar habitaciones a provincianos aspirantes a poeta. Uno de los tantos sueños de Quim era que su negocio creciera tanto tanto, que el dinero de sobra le sirviera para sacar una antología con todos los poetas que vivían en su casa. Su intensión de publicarnos (aunque yo no escribía), fue revelada alguna vez en el clímax de un torneo de poesía organizado por él mismo, donde más que poesía lo que hubo fue mucho alcohol.

La publicación de esta antología siempre fue inminente, porque Quim siempre tenía un negocio a punto de reventar. Una vez en una borrachera, Quim sacó a las 3 de la mañana un aparato que revolucionaría el universo de la carpintería. Era una especie de secador de pelo diminuto con terminación en disco, como una pistola del futuro. El disco se podía cambiar para pulir, polichar, cortar, y hacer n-mil cosas inherentes a la carpintería. El diseño del aparato era una de las genialidades de Quim, y en unos meses cuando él se volviera millonario, íbamos todos a disfrutar de su gran biblioteca, de almuerzos domingueros gratis en su casa, y los que escribían poesía iban a ser publicados, y todos seríamos muy felices y exitosos. Esto por supuesto nunca sucedió.

Quim era un tipo flaco y alto, sus facciones sugerían acaso cierto pasado con las drogas. Era un tipo de esos a los que le gustan mucho las mujeres, y obviamente el origen de su decadencia era una mujer malvada, uno de esos amores que nunca se superan, cosa jodida si uno tiene más de cuarenta años. Una de las cosas que hacía Quim era recitar una y otra vez un poema llamado La casada infiel, de García-Lorca. Empezaba con esa voz trajinada: "Y que yo me la llevé al río, creyendo que era mozuela", pausa dramática, "pero tenía marido"... Su voz tenía cierto filtro difícil de no asociar con el abuso del cigarrillo. Su gesto al recitar era lapidario, y por alguna razón nunca terminaba de recitar el poema. En retrospectiva, es evidente que la obsesión de Quim con este poema puede tener mucho que ver con su pasado, de hombre casado y feliz y el desenlace que todos podemos imaginar. El desenlace o la introducción a su historia, según se mire.

Quim disfrutaba recitándole poemas a nuestras novias, todas chicas hermosísimas según el. También disfrutaba organizando fiestas para todos. En estas fiestas a veces aparecía uno que otro personaje inesperado: una vieja gloria de la televisión colombiana, un ex-detective con cierta debilidad por el bazuco, algún familiar de Quim con el que, por seguridad física, se tenían que evitar a toda costa las discusiones políticas. Generalmente se alternaba la música de nosotros los muchachos, la música vieja que en teoría nos gustaba a todos, y la salsa siempre opacada por el inexperto sonido del borracho que se atreviera a tocar el bongó de R. Todos bailaban menos Quim, quien decía disfrutar más viendo a la gente bailar que bailando él mismo. Quim llevaba la melancolía de su fallido amor tatuada en la frente.

R finalmente dejó la casa de Quim, quien tenía el grandioso plan de irse a vivir a un país más prospero al sur del sur. En esa época R y yo alquilamos un apartamento en Teusaquillo, los dos huyendo del pasado, igual que Quim, quien quería también empezar una nueva vida en otro lugar, olvidar sus penas y ser pleno. Dada la magnitud de la tristeza de Quim, lo más natural era que se fuera del país, y eventualmente así lo hizo. Nunca supe más de él hasta hace poco más de un año cuando R vino a visitarme en Amsterdam. R se encontró al único hijo varón de Quim en el sendero que conduce de la entrada de la 26 a la plaza Che. La buena noticia era que el hijo de Quim estudiaba en la Nacional, cosa de la cual seguramente Quim estaría supremamente orgulloso. La mala noticia era que Quim se había suicidado en ese país del sur, donde lo esperaba su destino.

Quim no se llamaba Quim por supuesto, ni mucho menos Joaquín Font, pero creo que eran muy parecidos. A esa conclusión llegamos con R el día que nos tomamos esta foto. El de la izquierda es R, el del medio es mi flatmate de Amsterdam, y el libro rojo sobre la mesa es los detectives.

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4 comments :: Quim

  1. wow, me hizo recordar bellas epocas. Gracias por esta buena historia.

  2. Hombre, que buena manera de contar la historia.

  3. Gracias muchachos.

  4. Yo no me acuerdo de Quim, pero gracias por las crónicas de esa época.

    Maria Antonia

    6:54 pm

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